25/10/2018 | | Enfoque

La industria pide créditos, pero la macro le dice: “NO”

La industria de la maquinaria debe navegar en una coyuntura financiera doblemente complicada. A la falta de créditos accesibles para la compra de equipos se suma el creciente desvío de recursos hacia la especulación. ¿Cómo salimos de ésta?

Por Néstor Sargiotto
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En las últimas dos semanas, en Banco Central pagó más $ 16.000 millones en concepto de intereses por las ahora famosas LELIQ, las Letras de Liquidación emitidas en reemplazo de las otrora omnipresentes LEBAC.

De mantenerse durante un año una situación así (tasas por las nubes y dólar planchado), el costo cuasifiscal para la entidad monetaria equivaldría al presupuesto anual de la provincia de Buenos Aires. O, para apelar a una comparación rural, sumaría lo mismo que una cosecha de soja entera.

Por cierto, suena imposible que semejante «bomba financiera» se mantenga durante tanto tiempo. O la situación se corrige rápidamente hacia tasas más razonables, o simplemente estalla, como cualquier bomba cuando se le acaba la mecha. Pero ese es un tema para otra columna.

El punto es que, en lo que concierne al campo y, particularmente, a la industria de la maquinaria agrícola, es muy difícil que las condiciones generales del sector mejoren mientras persistan desequilibrios macroeconómicos de esta magnitud.

En efecto, aún una buena cosecha puede resultar insuficiente mientras se mantengan tasas siderales como las actuales, tanto por su impacto en los fondos disponibles para créditos, como por la atracción que supone el desvío de inversiones hacia la renta financiera.

Veamos ambas puntas de este ovillo.

Sin fondos

Con un Banco Central pagando más de 70% de interés anual por las LELIQ (a las que se suma el festival de bonos del Tesoro), el grueso de los recursos disponibles en la plaza se vuelca masivamente a esas posiciones.

De hecho, los bancos salieron a pagar hasta 55% anual por los plazos fijos, justamente para hacerse de los recursos que le permitan aprovechar al máximo la fiesta de las LELIQ.

En el caso de la banca privada, resultaría ingenuo pensar que van a distraer una tajada de esos fondos en opciones mucho menos rentables (y más riesgosas), como financiar la producción.

En el caso de la banca pública, el discurso suele ser otro, pero a la hora de los bifes la realidad no es demasiado diferente.

Además de tener que salir muchas veces a tapar los huecos del propio Estado, los bancos oficiales no pueden apartarse demasiado de las opciones de renta financiera si no quieren perder su propia cartera de depositantes.

Eso explica la cantidad de líneas vigentes con tasas accesibles, pero que luego se materializan en una proporción menor  de créditos otorgados.

Párrafo aparte, cabe acotar que, en las condiciones actuales, no resulta simple financiar créditos blandos. Por ejemplo, con las tasas que regían hasta hace apenas un año, del orden del 25% anual, bastaba con que el Banco Nación, la propia industria y alguna repartición (nacional o provincial) se pusieran a afinar el lápiz para subsidiar 10 puntos de tasa y llegar a un fondeo efectivo del 15% anual.

Hoy, 10 puntos de subsidio sobre tasas de 70% resultarían insignificantes (y nada les aseguraría que una semana después las tasas no se fueran a 80%, por caso).

Plata dulce

Del otro lado del mostrador, es decir de los compradores de maquinaria, a la falta de créditos accesibles (y la renuencia a endeudarse en condiciones de inestabilidad) se suma un factor adicional: Las tasas son muy tentadoras para quienes disponen del dinero cash (o granos, que es casi lo mismo).

Una inversión de U$S 120.000 para la compra de una sembradora o un tractor, por ejemplo, puede convertirse en una renta mensual de $ 250.000 en intereses si ese dinero se lo pasa a pesos y se lo deposita en Plazo Fijo.

Si bien es cierto que buena parte de esa renta es ficticia cuando se le aplica el impacto de la inflación, lo concreto es que si alguien tiene $ 5 millones y lo pone en el banco, a fin de mes saca el importe de un camión completo de soja (sin mover un dedo, ni gastar en semillas, gasoil, agroquímicos, fletes, etc.)

En resumen, mientras los problemas de la macroeconomía subsistan, los paliativos de la micro serán sólo eso.

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