¿Qué vuelve a un avance tecnológico una necesidad? ¿Qué -o quién- determina si tal o cual invención es positiva o negativa?

La tecnología es parte de la agricultura desde sus comienzos. Los primeros arados, las antiguas técnicas de cosecha, los viejos depósitos.

Las herramientas fueron reinventándose día a día, a partir de pruebas y errores, de nuevos descubrimientos y cambios en la concepción de los modelos productivos.

Decir entonces que la tecnología atenta contra la agricultura, es simplemente un disparate.

Aun así, todas las monedas tienen, por lo menos, dos caras.

Roboagricultura

La consultora Tractica (Estados Unidos) estima que para 2025, en el mundo se van a vender 27.000 robots. Un número que grafica la tendencia.

La inteligencia artificial permite automatizar los trabajos que las máquinas realizan, de manera que lo hagan por sí solas, sin necesidad de operarios ni mayores supervisiones.

Y si bien tienen energía limitada, las máquinas no duermen, no comen, no descansan. Trabajan sin rezongar, sin quejarse.

Desde esa perspectiva, la implementación de robots en la agricultura es positiva. Más productividad y menos costos (a largo plazo, pues no hay sueldos que mantener), o sea más rindes.

Pero, ¿qué pasa con las personas que realizaban esas tareas? ¿pueden competir con una máquina? ¿por qué tienen que hacerlo?

En todo el mundo la tendencia apunta a la automatización, a una agricultura de las máquinas. ¿Quién se beneficia con ella?

Las transformaciones se hacen, no suceden de un día para el otro. Empresas y productores, entonces, deberán y deben preguntarse, ¿qué agricultura estamos construyendo?