30/08/2022 | | Actualidad

Equipos de labranza: Hay voces que los condenan

Surge el debate sobre la conveniencia de no remover los suelos a fin de mantener sus condiciones biológicas, físicas y químicas.

El segmento de equipos de labranza ha reverdecido en Argentina y sus ventas arriman números positivos a los fabricantes.

El avance de las malezas resistentes y la presencia de capas endurecidas en el perfil de los suelos, catapultó a un rubro que fue relegado por la siembra directa.

Sin embargo, hay voces que se escuchan con conceptos de condenan el retorno de los equipos de labranza.

Uno de los ámbitos en que se crítica severamente a las máquinas de laboreo está en la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID).

Alertas

En la base de los cuestionamientos está la necesidad de preservar el suelo, para mantenerlo sano.

Un suelo sano “es aquel que tiene una estructura que le permite sustentar la actividad biológica y la vida vegetal, maximizar su potencial de desarrollo y crecimiento tanto aéreo como radicular”, define Rodolfo Gil, Director Académico del Sistema Chacras de AAPRESID.

Esto viene fuertemente asociado al contenido de materia orgánica y una porosidad que permita un buen flujo de agua y capacidad de almacenaje, así como transferencia de aire y calor.

Pero no se puede hablar de “salud del suelo» sin pensar en la vida que lo habita.

Marcelo Arriola productor y Director del Sistema Chacras AAPRESID, explica: “no hay en el suelo procesos físicos –(salvo variables como la textura), ni químicos que no dependan de procesos biológicos”.

“Si bien la química y la física no pueden faltar, gran parte de los procesos que reciclan, fijan y ponen a disposición nutrientes clave como el nitrógeno, dependen de lo biológico”, agrega.

Perjuicios

Sostener la sanidad de los suelos tiene como paso fundamental la “no remoción”, remarcan desde AAPRESID.

Una labranza, así sea cada 5 años, significa perder más de 20 años de lo construido gracias a la actividad biológica”, subraya Arriola.

“La labranza genera una oxidación y pérdida de la materia orgánica”, agrega.

“Por otro lado, si bien no mata a los microorganismos, destruye el equilibrio y estructuras cuya reconstrucción tiene altísimos costos energéticos. Esto significa ineficiencia, porque es energía que no estoy usando para fijar carbono y producir”, resalta Arriola.

Por último, “recurrir a una labranza para ‘resolver’ un problema como la presencia de capas densas, baja el síntoma sin atacar la causa: las partículas como el limo que quedan en suspensión luego de la labranza vuelven a organizarse en capas aún más densificadas”, indica el especialista de AAPRESID.

“Lo que necesitamos no es destruir sino re-agregar nuestros suelos en conglomerados de materia orgánica”, añade.

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