19/01/2023 | Actualidad | Actualidad

El contragolpe de la siembra directa

El renovado uso de los equipos de labranza está generando una reacción contraria que apunta a fortalecer la visión integral de la siembra directa.

Ante la preocupación por el avance de las labranzas, hay un movimiento que aboga por volver a las bases de la siembra directa.

El reciente Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (Retaa) de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, muestra un “repunte” del área bajo siembra directa (que pasó del 89% en 20/21 al 90% en 21/22).

Sin embargo, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) advierte sobre los riesgos de un posible avance de las labranzas.

De hecho, el mismo informe revela que mientras en algunas zonas el área en directa llega al 98%, en otras apenas araña el 70%.

Retorno

En este contexto, AAPRESID Joven, lideró un encuentro que propuso volver a las raíces de la siembra directa, como modelo indiscutido para producir más de forma sustentable.

“Frente al aumento de las labranzas nos parece importante remarcar la visión de sistema, no quedarnos sólo con la no remoción de suelo”, expresó Agustin Torriglia, líder de AAPRESID Joven.

“Es la única forma de entender por qué la siembra directa sigue siendo el camino”, agrega.

Desafíos

En los sistemas en siembra directa, las problemáticas son dinámicas.

“Muchas veces se recurre a la remoción para resolver problemas de malezas o de capas compactadas”, explicó German Fogante, socio AAPRESID de los Surgentes Inriville (Córdoba).

“Muchos de estos problemas no son nuevos, y suelen tener que ver con malos manejos, a los que se llega por diferentes razones y según ciertas pautas empresariales, como por ejemplo las diferentes formas de tenencia de la tierra”, añadió.

“Ahí, el atajo de la labranza se toma ante la necesidad de sobrevivir en el negocio”, dijo Fogante.

“Ante las coyunturas económicas, quienes alquilan tienen que mantenerse competitivos. Así, recurren a bajar los costos, por ejemplo evitando herbicidas”, remarcó.

Compactación

Otro de los problemas detrás de la decisión de labrar es la compactación.

Y acá Fogante fue categórico: “La capa compactada no se produce por no labrar el suelo, sino justamente lo contrario. En el campo queremos un suelo esponjoso”.

“No vamos a encontrarlo en el camino o en la huella, sino en los lotes o banquinas donde crece el pasto y hay cobertura”, agregó.

“En ese suelo poroso hay más aire, más capacidad de retener agua, más espacios para la exploración de raíces, mayor cantidad de recursos y, por tanto, mayor productividad”, dijo Fogante.

Por eso, si lo que se busca es descompactar, generar poros, no hay que recurrir a procesos mecánicos, sino biológicos.

“Pero acá está el mayor desafío: esto requiere invertir en inteligencia, en crear un cultivo, crear las condiciones para que las plantas y microorganismos se desarrollen. Son dos caminos diferentes, y sin dudas, las intervenciones mecánicas son atajos de corto plazo”, remarcó Fogante.

“En nuestros lotes que vienen de 30 años en línea directa, hemos mejorado los primeros 5 o 10 centímetros del suelo, acumulado materia orgánica, microorganismos, raíces en descomposición, reciclado de nutrientes, etcétera”, añadió.

“Por eso, ante una huella o un problema de malezas la respuesta es: más siembra directa, más cultivos de servicios, mejor manejo del espaciamiento dentro del cultivo, fecha de siembra, densidad, rotaciones intensas y diversas, cultivos alternativos, nutrición balanceada”, aseveró Fogante.

“Pensar en la roturación como una solución eventual para ‘rápidamente volver a la directa’ no es el camino, es un daño que ya está hecho”, remató.

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