A medida que avanza la campaña de granos gruesos y la sequía deja ver sus efectos sobre los lotes con soja y maíz, las proyecciones sobre sus resultados productivos dejan las alarmas encendidas.

Según la Bolsa de Comercio de Córdoba, la cosecha 2022/23 de ambos cultivos, más la de trigo, reportarán 88 millones de toneladas (34,5 millones de toneladas de soja, 42,5 millones de toneladas de maíz y 11 millones de toneladas de trigo).

El volumen es 25% inferior al registrado en la cosecha anterior, cuando los tres principales cultivos aportaron 116,2 millones de toneladas (42,2 millones de toneladas de soja, 51 millones de toneladas de maíz y 23 millones de toneladas de trigo).

Menos ingresos, menor inversión

Traducido en plata, la pérdida económica rondaría los U$S 10.000 millones que no ingresarían en la economía nacional a partir de abril y hasta el empalme con la próxima cosecha 2023/24.

La menor disponibilidad de ingresos, además de no generar reservas monetarias del Banco Central (BCRA), va a repercutir directamente en el nivel de inversión por parte de los productores.

En ese escenario, la venta de maquinaria agrícola se verá afectada, según sostienen los fabricantes, más allá de las líneas de financiamiento que pueden aparecer en los próximos meses para sostener los niveles de actividad en el sector.

De confirmarse los pronósticos actuales, la producción nacional de soja será la menor de los últimos 14 años. Representa una merma de 7,7 millones de toneladas y pérdidas económicas por casi U$S 6.000 millones.

¿Otro “dólar soja”?

Mientras tanto, y en un intento por seguir rasqueteando la olla, de la campaña anterior todavía quedan por vender un total de 9,65 millones de toneladas de soja (6,7 millones de toneladas que no están en el circuito comercial y 2,95 millones que fueron entregadas pero sin precio fijo), lo que representa un valor de U$S 6.000 millones.

“Si se suman las existencias iniciales de la campaña, 8 millones de toneladas por un valor de U$S 4.900 millones, el total asciende a U$S 10.900 millones”, precisa el economista Gonzalo Agusto, integrante del Departamento de Economía de la Bolsa de Cereales de Córdoba.

Semejante volumen disponible y la opción de generar divisas en los próximos meses ha disparado en el propio Gobierno la posibilidad de implementar una tercera edición del “dólar soja”.

La iniciativa, además de generar divisas genuinas para el Banco Central, podría tener un efecto derrame sobre la economía y las inversiones.

Sin embargo, un nuevo tipo de cambio diferencial para la oleaginosa (el primero fue el septiembre pasado y el segundo en diciembre último) traería ventajas y desventajas, a juicio del economista.

En vísperas de la peor cosecha de la década, Agusto considera que una nueva edición del “dólar soja” generaría un incentivo a la comercialización y podría atenuar la escasez de divisas y las presiones cambiarias.

Como contrapartida –observa–, podría provocar un aumento de costos para las actividades de la cadena agroindustrial que utilizan a la oleaginosa como insumo, al igual que para aquellos productores que arriendan campo, lo que reduciría aún más los márgenes de las actividad agroindustriales que tienen a la soja como materia prima.

Habrá que ver cuál de las dos consecuencias tiene más peso a la hora de tomar la decisión oficial.

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