Cuando las fertilizadoras entran a los lotes ya deben ir con una hoja de ruta predeterminada en cuanto a los nutrientes que aplicarán.

Es el concepto de la nutrición balanceada, incluida en un plan de fertilización que sume el aporte de varios nutrientes.

De esa manera, no sólo se eleva la eficiencia productiva, sino que también se reduce el impacto ambiental.

Conjunto

Son 17 los “nutrientes esenciales” que necesitan las plantas para cumplir su ciclo de vida, y el objetivo debe apuntar a que todos estén en los niveles requeridos, para alcanzar los máximos rindes.

“Según el Mínimo de Liebig, el rendimiento de un cultivo está determinado por el nutriente más limitante”, explica Federico Dublan, encargado de Desarrollo de Producto en Buenos Aires y La Pampa de la firma Amauta.

“Es decir que, por más que la oferta del resto de los nutrientes sea abundante, si tengo deficiencias de fósforo, aunque en los otros 16 nutrientes no tenga problemas, el resultado va a ser menor al esperado”, agrega.

Esto es así “por el simple hecho de que me faltan más unidades de 1 de los 17 nutrientes esenciales”, indica Dublan.

Estrategia

Dublan considera “vital” planificar el uso de fuentes balanceadas de nutrientes, y desde estadios tempranos del cultivo.

“Como regla universal, la concentración de nutriente dentro de las plantas aumenta antes del crecimiento en biomasa del cultivo, por lo que siempre la aplicación debe ser temprana o adelantada a los picos de crecimiento”, remarca el representante de Amauta.

“En líneas generales, las soluciones que brindamos tienen foco en nutrición balanceada, con nutrientes específicos para cada momento del ciclo del cultivo, logrando que se potencien entre sí y mejorando la eficiencia con la que se utilizan cada uno”, enfatiza Dublan.