Oficialmente, el imperio chino duró más de 2.000 años y concluyó en 1912, cuando se formó la República (que en 1949 llegó a su fin con la revolución comunista).

Transitando casi la mitad de la tercera década del Siglo XXI, se puede decir que el imperio chino regresa desde el aire, al menos en lo que respecta a los drones.

Los vehículos no tripulados, con tantas aplicaciones en el agro y en otras actividades, se muestran inofensivos y de alta utilidad.

Sin embargo, también pueden parecer peligrosos a los ojos de las grandes potencias, que creen ver en ellos una forma de penetración china en sus intereses estratégicos.

Reciente

Si se mira detenidamente, el fenómeno de los drones, y la conformación del nuevo imperio, nació y creció vertiginosamente en poco tiempo.

Por ejemplo, la empresa china DJI (Dajiang Innovation Technology), que lidera sin discusión el segmento de los drones comerciales, fue fundada en 2006 en Shenzhen.

Es decir que en menos de 20 años logró instalarse en todo el mundo. «En cinco años, pasamos de drones que solamente hacían fotos, a aparatos muy especializados», se entusiasma Paul Xu, Vicepresidente de DJI.

A su vez, XAG, otro fabricante chino, se orientó a los drones agrícolas en 2015 y, además de cubrir la mitad del mercado chino en el rubro, lidera las ventas en los principales países agrícolas.

La empresa tiene sede en Guangzhou, capital de la provincia de Guangdong, y está presente en lugares tan distantes como Sudamérica y Europa del Este.

XAG también está buscando oportunidades en el sudeste asiático, Japón y Corea del Sur, siempre en el sector agrícola.

De todos modos, DJI y XAG son sólo dos exponentes del nuevo imperio chino que tienen dimensiones impactantes.

En efecto, se estima que, actualmente, China ya fabrica el 70% de todos los drones vendidos en el mundo.